1 de diciembre de 2009

ROSH HASHANÁ

¿Podremos iniciar un nuevo año?

Escrito tiempos de la Segunda Guerra del Líbano

Rabino Yerahmiel Barylka (Jerusalén)

“¿Se toca el shofar en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Ocurrirá en la ciudad alguna desgracia que H’ no haya provocado?” Amos 3:6

Uno. Cuando a partir del 17 de tamuz de este año, comenzaron a oírse recurrentemente las alarmas antiaéreas que anunciaban que cada persona tenía apenas unos segundos para llegar a un refugio antes de la caída del proyectil disparado por el Hizballah, no todos se apuraron a guarecerse en lugares seguros. Y cayeron los cohetes, y sonaron las alarmas, y se dañaron hogares y se produjeron heridos, y personas murieron. No todos quisieron refugiarse, no todos pudieron. Los árboles no podían decidir arrancarse de sus raíces y cuidarse y centenares de miles resultaron quemados. Y las alarmas, después de unos días eran anunciadas también en la radio, en la que los locutores interrumpían los programas y pedían que la gente se cuide. El peligro con los días se volvía más tangible y la respuesta de jóvenes y adultos se hacía más rápida y más eficiente. Cada día menos personas se permitían exponer al peligro. Muchos de los que quedaron en la zona de peligro apenas salían a la calle, quedándose en los refugios, otros permanecían siempre cerca de una pared protectora. Y cuando los iraníes y sirios y sus discípulos libaneses se sorprendieron del bajo número de víctimas, para sus cálculos, que las 4000 katiushas provocaron en el norte de Israel, confesaron no haber tomado en cuenta que los israelíes podrían disciplinarse y tomar conciencia del peligro. No creían que las alarmas les iban a conmover y les conducirían a encontrar amparo y a adoptar las medidas de seguridad que se les ordenaba.

Dos. Un renglón de una discusión acerca del enjambre ideal de las relaciones entre hombres y mujeres en Masejet Eruvin 18b, permite llegar a la conclusión que es mejor comenzar el proceso de arrepentimiento en el mes cuyo signo zodiacal es Leo – menajem av- y no esperar comenzar ese difícil proceso en el signo de Virgo –elul-. Parece que con un mes no es suficiente, por más que se oiga el sonido del shofar todos los días. Las alarmas antiaéreas en tamuz, para aquellos que las oyeron, ilustran mejor que cualquier explicación el porqué de la decisión de hacer sonar el shofar antes de Rosh Hashaná. A quienes tenemos la ventura de residir en nuestra tierra, las alarmas de este año que se acaba, nos informaron que hay que comenzar en tamuz, que no alcanza con av, no es suficiente en elul, si uno está tan dormido que no ve el peligro. Si las alarmas suenan más temprano, mayores son las posibilidades de tomar conciencia, cambiar de rumbo y de encontrar refugio. El problema es que aún después de la alarma, hay quienes tienen dificultades de cambiar de rumbo y regresar sobre sus pasos para iniciar una nueva ruta. La inercia en el camino de la vida, es muy peligrosa, puede costar la vida material y mucho más la espiritual. Quienes estaban apurados para llegar a lo que pensaban era su destino y no bajaron de los automóviles para buscar amparo o por lo menos para tirarse al piso para protegerse sufrieron las esquirlas que les dejarán marcas para toda la vida.

Tres. El Oraj Jaim 581, nos da otra razón para tocar shofar en elul, citando a Pirke de Rabi Eliezer (46), diciendo que Moshé había subido al inicio de elul al monte y se hizo tocar el shofar en todo el campamento, para apartar a las personas del paganismo, el shofar permite unción y elevación: “Subió D’s con teruá, el Señor con toque de shofar” (Salmos 47:6). Durante el sonar de las alarmas muchos se acordaron de decir Shemá Israel y se unieron a quienes buscaban elevarse.

Cuatro. Otros sabios dicen que las alarmas de elul, permiten reflexionar para no cometer los mismos errores, para no regresar a la estupidez de no haber pronosticado lo necesariamente previsible. La suma de los errores trae desgracias, la suma de aciertos y de previsión, da tranquilidad. Es más que humano hacerse los sordos y los ciegos ante los peligros pero el precio que se paga por la imprevisión es terrible. Si en lugar de correr, de perseguir lo urgente en lugar de lo importante, uno pudiera detenerse a reflexionar, las cosas se verían diferentes. No solo los débiles deben buscar refugio y arrepentirse de su lentitud, sino también los que se saben píos. Nadie está exento de la posibilidad de mejorar sus posiciones y los refugios interiores.

Cinco. Rashí nos dice inspirado en la guemará Sotá 37b que el pacto que se firmó en los montes de Grizim y Eival, es un compromiso de mutua garantía entre todos los miembros del pueblo. El Maharal nos dice que el cambio metafísico de individuos aislados para convertirse en comunidad, se debió al ingreso del pueblo a la Tierra de Israel, convirtiendo a cada uno y una, en parte inseparable del cuerpo todo. Sea la razón que fuera, nadie puede escapar a esa unión. En Israel, tampoco quienes no son judíos, pudieron disgregarse del destino común. Sólo les quedó, como premio consuelo, a algunos que no se identifican con Israel, el pedido de perdón de Nasrallah ya que contra ellos no estaban apuntados sus proyectiles, que igualmente les dañaron, hirieron y mataron. Algunos no oyeron las alarmas o no encontraron refugio. Otros creyeron que eran inmunes. Pero, cuando uno resultó lastimado, el dolor fue de todos y cuando alguien se salvó, todos vivieron la salvación como propia.

Seis. Los habitantes del centro de Israel no necesitaron que nadie les llame para que se ofrezcan a refugiar en sus hogares a los desplazados del norte. No fueron sólo aquellos que tenían casas grandes o medios económicos de sobra, ni los más puros, ni los más santos. La responsabilidad espontánea fue compartida por todos. Nadie podía quedarse en la calle. Nadie debía enfrentarse solo con el enemigo de adentro y de afuera. El pueblo se une ante la necesidad. No se podía esperar que ajenos vengan en auxilio cuando la necesidad es perentoria. Tampoco se puede dejar de ayudar al menesteroso esperando el apoyo gubernamental o el institucional. También en lugares donde no hay guerra. La miseria debe ser combatida a través del individuo mientras siente que es parte del colectivo.

Siete. En épocas como éstas, no sólo los sabios, o los más comprometidos deben enseñar la Torá a los demás. Todos por igual deben abrir los portones de la Justicia, las puertas del conocimiento y aportar su calor para que los errores se enmienden. Para encontrar las pautas de conducta correctas. Para entender el sentido de las cosas y de la vida. Las mitzvot están entrelazadas con lo cotidiano. No son un cuerpo separado de la experiencia vital. Quien pone atención encontrará oportunidades a cada segundo de hacer el bien. De mejorarse. De elevarse. De ayudar al prójimo a corregirse y a renovarse. Las mitzvot no son prerrogativa de los observantes en la relación con la Divinidad, son parte de la manera de vida de todo judío. Nadie tiene derecho de guardar el conocimiento para sí o dejar de denunciar a los falsificadores de la verdad.

Ocho. Para iniciar una nueva etapa se debe nombrar una comisión investigadora imparcial que pueda evaluar hasta el fondo qué nos pasó hasta ahora. En qué nos equivocamos. Qué defensas descuidamos. Qué flancos dejamos descubiertos. Cuánto nos mentimos. Cuánto, en nuestra soberbia y en nuestra omnipotencia, pensábamos que éramos invisibles. Cuántos cálculos hicimos equivocadamente. Qué poco que valoramos las amenazas del enemigo y cómo fue que nos descuidamos de seguir atentamente su rearme, de notar su acoso implacable, de no oír las prevenciones de quienes sí veían y oían y avisaban. Pero, no alcanzará que leamos las conclusiones de quienes nos ayuden a la introspección y al examen si no estamos dispuestos a cambiar y sin no tenemos la energía vital y la creatividad para prepararnos para una nueva etapa en la que no nos puedan sorprender con la guardia baja. Cuando no hay comisión investigadora, el trabajo debe hacerse por cada uno. Es más arduo, pero los resultados pueden ser mejores. Quienes no quieren o no pueden enmendarse pueden ahorrarse el trabajo de elegir a supervisores.

Nueve. Si recibimos Rosh Hashaná sin el cambio necesario, nos quedamos en el pasado, y la fiesta no tendrá sentido aún si vamos a los templos a abrir el devocionario, a oír las prédicas o a saludar a las abuelitas. Seguiremos descuidados, confiados, sordos e insensibles, y seremos sorprendidos por las sorpresas que nos acechan a la vuelta de la esquina. No habrá año nuevo, por más que comamos manzanas con miel, si no cambiamos. La miel puede hacer hiel. Es mejor hacer de hiel un dulce cuando cortamos con el ancla de la inacción.

Diez. Mejorarse es difícil pero no es imposible. Regresar a sí mismo y a sus Fuentes, da placer. “Vuélvanse a mí, y yo me tornaré a ustedes, ha dicho H’ de los ejércitos”, leemos en Malaji 3:7. Arrepentirse y reconocer los errores no es una debilidad sino una muestra de fortaleza sin par. En el judaísmo el ser humano tiene siempre la posibilidad de reparación y de recrearse. Cuando se corrigen los errores radicalmente, se borran los registros, si verdaderamente uno está dispuesto a no volver a cometerlos. Hay incluso deslices que se convierten en catalizadores para la realización de actividades positivas. Rosh Hashaná invita a romper rutinas vacías que limitan la libertad y la potencialidad humana. Desde el último 17 de tamuz nos estimularon para rever nuestras acciones por temor. A partir del primero de tishrei podremos iniciar por amor una nueva etapa. Si tuviéramos éxito, y no hay razón para no tenerlo, comenzaremos un año dulce, fructífero, próspero, seguro, y de paz. El sonido de la alarma del shofar podrá convertirse en un toque de júbilo y alegría, de renovación y de festejos. No olvidaremos el dolor de la otra alarma, pero, con alegría podremos evitar que regrese a asustarnos y a angustiarnos. Rosh Hashaná nos invita a ello. El toque de shofar en su jornada nos lo reclama. Depende de nosotros.

Con atentos deseos de LESHANA TOVA TIKATEVU VETEJATEMU

Rab. Yerahmiel Barylka

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