Reflexionando sobre el Año Nuevo
Rabino Yerahmiel Barylka
El nombre Rosh Hashaná, no figura en la Torá, tampoco Iom Hadín – el Día del Juicio. La Torá nos habla del primer día del séptimo mes, que no suena muy indicado para iniciar un año, sino más bien, para hacer los balances de la mitad del ejercicio. Sin embargo, en Babilónico, Rosh Hashaná 8ª, se determina que el versículo de Salmos 81:4 “Tocad el shofar cuando la luna está oculta, en el tiempo señalado, en el día de nuestra fiesta solemne” que se complementa con el siguiente: “Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Señor de Jacob”, consagran al primer día del séptimo mes, como Día de Juicio, amparándose también en el versículo de Deuteronomio 11:12 “Tierra de la cual H’ tu D’s cuida: siempre están sobre ella los ojos de H’ tu D’s, desde el principio del año hasta el fin de él”. De allí que a principio de año se sabe lo que sucederá a su finalización.
Dos tragedias sucedidas a fines del mes de av, demuestran el principio de la causalidad que puede permitir prever los acontecimientos del futuro. Una, la de Bagdad, cuando más de mil personas murieron al cruzar el puente, espoleados por la amenaza terrorista y la otra la de la ciudad de Nueva Orleáns, espacio en el que en momentos de escribir estas líneas aún no se sabe la cantidad de muertos. Ambas desventuras hubieran podido ser evitadas si se hubiera visto con tiempo que las negligencias criminales se pagan en algún momento con la vida de seres inocentes. “Desde el principio del año”..., se hubiera podido actuar de otra manera y se hubiera evitado pasar por el Día del Juicio con un balance tan terrible.
El shofar, que servía en la antigüedad como instrumento militar, alertaba la cercanía del enemigo y se usaba para ordenar que las huestes avancen. El shofar sirve en nuestros días para despertarnos del letargo en el que nos encontramos sumidos por la rutina, cuando actuamos sin ver al inicio de cada acción lo que la misma puede depararnos con los años. Así, hay quienes fuman, porque las consecuencias del cigarrillo no son inmediatas. Si se produjera el enfisema o el cáncer con la primera bocanada, nadie encendería un cigarrillo. Pero, los fumadores no ven y no sienten lo que sucede al final, por más que en los envases haya una leyenda de prevención decidida por las autoridades sanitarias, que tampoco ven, que si prohibieran el tabaco, pese al inmediato dolor por dejar de recibir los fondos de los impuestos que aportan a la economía, la misma no tendría que pagar los gastos hospitalarios sinfín, del tratamiento de los enfermos.
Lo mismo sucede con las acciones de cada persona consigo misma, con su prójimo y con D’s. Aprendimos de niños que cada gestión genera una reacción, y toda conducta tiene sus resultados, aunque por lo general no somos concientes de ellos, ni de cuando se producirán, ni acerca de los efectos que puedan tener para nuestra vida material y espiritual. Si pensáramos en el resultado ante cada acción nuestra vida sería mucho más placentera. Valga sólo como ejemplo lo que sucede cuando escribimos un e-mail hablando mal de una persona, los resultados previsibles indican que nunca sabremos quien recibirá copia ni quien oirá los epítetos no reproducibles, sin embargo no cuidamos la lengua de la maledicencia y del chisme. Ahora ya sabemos que lo que se dice aquí, se oye allí, y que todas las letras se anotan en un Libro lejano y se guardan en la Memoria.
Los ojos de H’ se posan sobre la Tierra de Israel no porque sea mejor que la de Egipto, sino porque es dependiente de la acción de sus habitantes. Debe guardarla de las torpezas y los errores. Se posa en la iniciación del año, en el principio del mes hebreo, cuando la luna está oculta, casi eclipsada antes que percibamos su luz reflejada hacia nosotros, y ve a través de nuestra oscuridad los efectos de cada acción con claridad meridiana. En esto no hay trampas. No podemos, como reza el ahora proverbio, sumergirnos en aguas puras y cristalinas llevando alimañas y roedores asidos en la mano. No sirven los baños de pureza sino son precedidos por conducta limpia.
Israel desunida es una fórmula para su sufrimiento. Insensibles al dolor ajeno, nos preparamos para que el otro sea indiferente al nuestro. Si no construimos una buena base ejemplar en la educación de nuestros hijos, los condenamos a la enajenación. Si seguimos dioses con pies de barro, se caerán sobre nosotros como el Golem arrastrándonos al fango.
Los versículos de Deuteronomio 11: 13 y siguientes nos hablan también de esa relación de causalidad: “Y será que, si obedeciereis cuidadosamente mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a H’ vuestro D’s, y sirviéndolo con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, Yo daré la lluvia de vuestra tierra en su tiempo, la temprana y la tardía; y cogerás tu grano, y tu vino, y tu aceite. Daré también hierba en tu campo para tus bestias; y comerás, y te hartarás.” Esa es la condición. Cumplir y obedecer los mandamientos. Cumplimiento que no se puede reemplazar por otras acciones, ni siquiera aquellas que parecen piadosas, tanto como que los desodorantes bucales no pueden quitar el olor del tabaco de los fumadores. No hay casualidades. Hay causalidad.
Rosh Hashaná, se acerca con el sonido del shofar para decirnos que el Día del Juicio no es solamente al inicio del séptimo mes, sino, en cada instante en que actuamos o hablamos, pero, que ese día largo de 48 horas, nos permite tratar de ver sus consecuencias y nos brinda una rara oportunidad de cambiar el rumbo para modificar los resultados. Por eso, pedimos con nuestras últimas fuerzas: Zojrenu, recuérdanos para la vida, Rey que deseas la vida, e inscríbenos en el Libro de la Vida.
"זכרנו לחיים מלך חפץ בחיים וכתבנו בספר החיים למענך אלקים חיים"
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