1 de diciembre de 2009

53 Parashat Haazinu

Parashat Haazinu

Rabino Yerahmiel Barylka

"…Yo hago morir y Yo hago vivir, Yo hiero y Yo sano, y no hay quien se pueda librar de mis manos" (Devarim 32:39)

El canto de Haazinu, el tercero de la Torá (después del cántico del mar y el del pozo), sirve como testigo de los problemas en los que se encuentra el pueblo antes de su ingreso a la Tierra de Israel. El canto Haazinu que fue recitado por Moshé en primera persona, y contiene "citas" de las palabras de D-os, convocó infinitos intentos de decodificación que encontraron, cada uno a su manera, respuestas a interrogantes existenciales. La lectura de esta semana nos trae nuevamente la oportunidad de intentar vencer el desafío del hebreo poético, y penetrarlo para llegar a la esencia de cada frase y para permitir que las palabras lleguen a nuestros corazones. Lo necesitamos.

La parashá, nos presenta la orden dada a Moshé en forma activa que debe morir, en forma muy parecida a la que ya recibiera en Parashat Pinjás (Bemidbar 27:12-15), después de ver la tierra a la que no ingresará, misma que será entregada al pueblo de Israel, sin su presencia.

Haazinu se lee en shabat shubá, entre Rosh Hashaná y Yom Kipur y a veces entre ese día sagrado y Sucot y tiene una fuerza muy especial tanto por su texto, como por la fecha en la que se lee y estudia. De esa manera se inscribe a otras que fueron amarradas al calendario y no sin causalidad. Dentro de poco, con la ayuda de H’, leeremos Vezot Habrajá en Simjat Torá, y Bereshit inmediatamente después en el sábado que lleva su nombre y que es el primero después de las fiestas de Tishrei. Bemidbar se lee siempre antes de Shavuot, Devarim antes del 9 de av, y Vaetajanán enseguida después. Acerca de Nitzavim ya hablamos hace pocas semanas en víspera de Rosh Hashaná.

Así pues Haazinu puede presentarse en fechas aparentemente tan distintas por su clima espiritual. Antes de Iom Kipur mientras revisamos nuestras acciones y después, respirando aliviados, esperando el festejo de Sucot. Sin embargo ambas fechas son de elevación y su canto es muy apropiado, ya que se inscribe en las poesías y oraciones que la rodean en las plegarias, antes y después de su lectura.

Nos preparamos para Kipur llenos de temor y aprensión frente al Juicio, pero, llenos de seguridad y paz interior, como un hijo que se apoya en el pecho de su padre en momentos de temor sabiendo que allí hay justo refugio. Salimos de Kipur esperanzados de haber sido inscritos y confirmados para un año nuevo, pero, sin saber a ciencia cierta cual fue nuestro veredicto. Haazinu nos acompaña en esos sentimientos.

Haazinu tiene en su canto versículos que pueden ser percibidos por nuestro oído según nuestra propia sensibilidad y según nuestro estado de ánimo. Aparentemente son contradictorios pero hablan de una sola verdad. Cuestión de percepciones. Cuestión de sentimientos. De la capacidad de escuchar con el corazón.

Distingamos: “Entonces El dijo: "Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; porque son una generación perversa, hijos en los cuales no hay fidelidad. Ellos me han provocado a celo con lo que no es Dios; me han irritado con sus ídolos. Yo, pues, los provocaré a celos con los que no son un pueblo; los irritaré con una nación insensata, porque fuego se ha encendido en mi ira, que quema hasta las profundidades del Sheol, consume la tierra con su fruto, e incendia los fundamentos de los montes”. (32:22), nos conmueve hasta el alma y nos trae a la memoria la Guerra de Kipur.

Pero, la parashá nos trae otra poesía maravillosa igualmente verdadera: “Acuérdate de los días de antaño; considera los años de todas las generaciones. Pregunta a tu padre, y él te lo hará saber; a tus ancianos, y ellos te lo dirán. Cuando el Altísimo dio a las naciones su herencia, cuando separó los hijos del hombre, fijó los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel. Pues la porción de H’ es su pueblo; Iaacov es la parte de su heredad. Lo encontró en tierra desierta, en la horrenda soledad de un desierto; lo rodeó, cuidó de él, lo guardó como a la niña de sus ojos. Como un águila que despierta su nidada, que revolotea sobre sus polluelos, extendió sus alas y los tomó, los llevó sobre su plumaje” (Ver versículos 7 hasta 14 del mismo capítulo).

Aquí el mensaje es otro. También conocido en lo general y por más de uno en lo personal. En lo más estrictamente personal. En la experiencia propia o de algún miembro de la familia, en momentos de angustia que se convirtieron en instantes de felicidad y de seguridad.

Hay en el versículo 15 una recordación, que don Shimshon Feldman de bendita memoria, gustaba citar: “Pero engordó Ieshurún, y pataleó, (engordaste, te cubriste de grasa)…” y su mensaje sigue siendo tan actual que hasta parece que condiciona todo el texto. Uno puede “engordar” sin dar coces. Puede enriquecerse y saber de dónde llega la abundancia. Puede sentirse bien y entender el don, sin que su omnipotencia le aparte de la senda. Sin que se sienta superior.

En Sucot, en medio de la abundancia podemos saber que todo es provisorio, casi como las mismas cabañas que pocos días después se desarmarán y sus paredes y su techo irán a parar al altillo. Que aún mientras estaban instaladas eran poco seguras. Tenían más sombra que luz y sus paredes podían ser llevadas por el viento. Como la vida, furtiva como una nube pasajera, como un sueño del que se despierta y que puede ser alegre pero también pesadilla.

En Sucot, en las cabañas en nuestras residencias podemos percibir las sucot que son la residencia permanente de tantas personas y de tantas otras que ni siquiera sucot tienen para que nos motivemos a ayudarles.

El Talmud de Babilonia y el de Jerusalén coinciden en el quinto capítulo de Berajot en la interpretación de “guilu bereadá” –regocíjense tiritando-, y nos dice, en el lugar donde está el júbilo, allí estará el temblor, dándonos otra lección de cómo conducir nuestras plegarias. Quizás en este contexto podremos comprender mejor parte de la simbología del Cántico, que nos invita a resolver sus contradicciones aparentes, y encontrar significado también a las serpientes y áspides que aparecen en sus versículos, que nos dirigen a la sucá de paz.

Finalizaremos nuestro comentario con el versículo citado a su inicio: "…Yo hago morir y Yo hago vivir, Yo hiero y Yo sano, y no hay quien se pueda librar de mis manos", acompañándolo por el bello texto de Tehilim 146:5-10, “Dichoso aquel cuya ayuda es el D-os de Iaacov, cuya esperanza está en H’ su D-os, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo cuanto hay en ellos, y que siempre mantiene la verdad. H’ hace justicia a los oprimidos, da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos. H’ da vista a los ciegos, H’ sostiene a los agobiados, H’ ama a los justos. H’ protege al extranjero y sostiene al huérfano y a la viuda, pero frustra los planes de los impíos. ¡Que H’ reine para siempre! ¡Tu D-os de Sión reine por todas las generaciones!”

Todo ello recordando lo que recitamos todas las mañanas: “Mi D-os, el alma que me has dado es pura. Tú las has creado, la has modelado, me la has infundido y la vigilas en mí. Y Tú la tomarás de mí y me la devolverás en el futuro venidero”.

Con los augurios que sean inscritos y confirmados para un año de paz interior y entre las personas y las naciones, con vida y salud.

Shabat Shalom desde Sión, y gmar jatimá tová.

Rab. Yerahmiel Barylka

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