Parashat Ki Tisá
"Eliahu dijo a todo el pueblo: "Acérquense a mí”. Y todo el pueblo se acercó a Eliahu". (I Melajim 18:30)
"Y se paró Moshé a la puerta del campamento, y dijo: "El que esté por H', venga a mí." Y se juntaron a él todos los hijos de Leví". (Shemot 32:26)
La parashá de esta semana y la haftará, que no llega a leerse hasta su fragmento más espinoso (excepto en el ritual de los yemenitas), son de las más sensibles que nos traen las Escrituras cuando, como respuesta de faltas cometidas por el pueblo, se toman medidas punitivas muy enérgicas. El pecado del becerro del oro que ya fuera tratado marginalmente en nuestros comentarios de las semanas anteriores, es descrito aquí con todas sus detalles [Ver Shemot 32: 1-4]. No hay duda que el pecado del becerro de oro cometido tan poco tiempo después del Éxodo y de la recepción de la Torá, marcó las características, tan humanas, de los siervos que no terminaban de liberarse y que no tenían capacidad de agradecer por todos los portentos y maravillas que H' había hecho con ellos. Ni siquiera parecían ser concientes de los mismos. La expresión “naasé venishmá” –haremos y escucharemos-, que constantemente usamos como modelo de aceptación del yugo divino, tuvo, sin embargo, un efecto de apenas 40 días. Como que la expresión no hubiera sido sincera, agrega el midrash, citando a Tehilim 78:36-37: “Pero entonces lo halagaban con la boca, y le mentían con la lengua. No fue su corazón sincero para con D-os; no fueron fieles a su pacto”. Hay exégetas que opinan que el tiempo del compromiso de naasé venishmá, fue incluso menor. Nuevamente se hace evidente que la fe y la participación en fenómenos únicos, no van necesariamente de la mano.
El castigo recibido por la falta, fue excepcional: la muerte de 3000 personas, el mismo día, a manos de sus propios hermanos que habían compartido su estadía en Egipto y no por las manos de D-os ni por la de algún enemigo. "Se paró Moshé a la puerta del campamento, y dijo: "el que esté por H', venga a mí." Y se juntaron a él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: "Así dice H', D-os de Israel: 'Póngase cada uno la espada sobre el muslo, y pasen y repasen por el campamento de puerta en puerta, y maten cada uno a su hermano y a su amigo y a su vecino.'" Los hijos de Leví hicieron conforme a la palabra de Moshé; y cayeron aquel día unos 3,000 hombres del pueblo. Entonces Moshé dijo: "Conságrense hoy a H', pues cada uno ha estado en contra de su hijo y en contra de su hermano, para que hoy El les dé una bendición." No hubo juicio. No hubo procedimiento alguno. Simplemente hubo una matanza de muchas personas.
Si vamos a la continuación del texto de la haftará de este Shabat, veremos que el castigo que Eliahu aplicara a los sacerdotes del Baal no es menos grave: “Entonces Eliahu les dijo: «Apresen a los profetas de Baal para que no escape ninguno». Ellos los apresaron y Eliahu los condujo al arroyo Kishón y allí los degolló. (I Melajim, 18:40).
Ambos incidentes son de alguna manera ocultados o disimulados en la enseñanza escolar de las Escrituras, quizás para dejar la imagen de ambos grandes líderes separados de los mismos.
Nuestros sabios destacaron tradicionalmente su resistencia a la violencia, aún la ejercida por los prohombres de la historia judía. Veamos, las consecuencias de estas acciones: Tanto Moshé como Eliahu debieron traspasar sus cargos a sus discípulos y no finalizaron sus misiones. El uno, entregando el poder a Iehoshua, el otro a Elisha. (Los nombres de ambos tienen el mismo significado, lo único que cambia es el prefijo que se refiere a nombres-calificativos diferentes de D-os). Moshé y Eliahu tienen semejanzas, al grado que el profeta Malaji (4:4-6) los cita en el marco de los días de la redención: »Acuérdense de la Torá de mi siervo Moshé. Recuerden los preceptos y las leyes que le di en Jorev para todo Israel. »Estoy por enviarles al profeta Eliahu antes que llegue el día de H’, día grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, y así no vendré a herir la tierra con destrucción total.» Hay en ese paralelismo algo muy fuerte. Será Eliahu el profeta de la redención final tal como Moshé lo fue el conductor de la libertad inicial del pueblo judío. En su regreso, Eliahu, no traerá nuevas enseñanzas sino que instruirá, dice el profeta, las de su maestro Moshé.
También en la descripción de la muerte de ambos encontramos similitudes. Eliahu no muere en la Tierra de Israel, sale por el Jordán, por donde sus antepasados habían ingresado en tiempo del alumno de Moshé, partiendo las aguas. Eliahu, sale de este mundo muy cerca del lugar donde lo hiciera Moshé y su cadáver tampoco es hallado. “…Y dijeron: --Aquí hay entre tus siervos cincuenta hombres fuertes. Deja que vayan y busquen a tu señor ahora; quizá lo ha levantado el espíritu de H’ y lo ha arrojado en algún monte o en algún valle. --No envíen a nadie --les dijo él… Entonces enviaron ellos a los cincuenta hombres, quienes lo buscaron durante tres días, pero no lo hallaron” (II Melajim 2:16-18).
Moshé y Eliahu, también se parecen en su intolerancia a las desviaciones del pueblo, que cae seducido, una y otra vez, por los dioses ajenos. Ambos dejan que su ira los transporte sin medir las consecuencias.
Pero…, nuestros sabios nos enseñaron que ese no es el camino que cualquiera puede tomar ni recomiendan a nadie que lo imite.
Si Pinjás, tomó la justicia en sus manos, fue en un instante excepcional que no debe ejercitarse ni extenderse. (Ver Bemidbar 25:6-51 y los comentarios del Talmud).
Tampoco podemos seguir esas enseñanzas de Moshé y de Eliahu. Tan parecidos en su grandeza, tan similares en su desaparición, al extremo que la misma parece un castigo divino por haberse excedido en sus poderes.
El pueblo de Israel, es particularmente débil. Necesita de compasión. Necesita de perdón. En Tehilim 78 (40-44) se resumen esas conductas: “¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, y lo entristecieron en los páramos! Una y otra vez ponían a D-os a prueba; provocaban al Santo de Israel. Jamás se acordaron de su poder, de cuando los rescató”… de cuando (52-72) “A su pueblo lo guió como a un rebaño; los llevó por el desierto, como a ovejas, infundiéndoles confianza para que no temieran. Pero a sus enemigos se los tragó el mar. Trajo a su pueblo a esta su tierra santa, a estas montañas que su diestra conquistó. Al paso de los israelitas expulsó naciones, cuyas tierras dio a su pueblo en heredad; ¡así estableció en sus tiendas a las tribus de Israel! Pero ellos pusieron a prueba a D-os: se rebelaron contra el Altísimo y desobedecieron sus estatutos. Fueron desleales y traidores, como sus padres; ¡tan falsos como un arco defectuoso! Lo irritaron con sus santuarios paganos; con sus ídolos despertaron sus celos. D-os lo supo y se puso muy furioso, por lo que rechazó completamente a Israel… Escogió a su siervo David, al que sacó de los apriscos de las ovejas, y lo quitó de andar arreando los rebaños para que fuera el pastor de Iaacov, su pueblo; el pastor de Israel, su herencia. Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió". Pese al enojo que tenía, H' perdonó una y otra vez y permitió que David sea su soberano.
Eliahu subió al cielo, para regresar y liberarnos definitivamente. Vendrá llevando bajo el brazo las enseñanzas de Moshé. Y, en ese entonces, no necesitará aplicar los castigos del tiempo de Moshé ni los de su propio tiempo anterior. No por esos castigos son recordados Eliahu y Moshé, sino por su compasión, por su solidaridad con las personas, por ser los grandes liberadores. A Eliahu esperamos ansiosos todos los días para que nos vuelva a traer la Torá de Moshé.
Shabat Shalom, desde Sión,
Rab. Yerahmiel Barylka
1 comentario:
Muy interesanmte comentario.
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