2 de febrero de 2010

Parashat Itró

No debemos olvidar jamás que borrar el recuerdo de Amalec nos obliga a recordarlo de continuo.


Casi en la parte final de la parashá de la semana pasada, -Beshalaj-, leímos acerca del traumático encontronazo del pueblo judío con Amalec. "Entonces vino Amalec y combatió contra Israel en Refidim. Y Moshé dijo a Iehoshúa: --Escoge algunos de nuestros hombres y sal a combatir contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cima de la colina con la vara de D-os en mi mano. Iehoshúa hizo como le dijo Moshé y combatió contra Amalec, mientras Moshé, Aharón y Hur subieron a la cumbre de la colina. Sucedió que cuando Moshé alzaba su mano, Israel prevalecía; pero cuando bajaba su mano, prevalecía Amalec" (Shemot 17:8-11). En esos instantes, la situación de los hijos de Israel aparentemente era buena, tanto desde el punto de vista económico como militar, antes de ser atacados por Amalec que lo hizo cuando, tal como es descrito en Devarim 25:18, "te salió al encuentro, estando tú cansado y agotado y sin temor de D-os, desbarató tu retaguardia y a todos los debilitados que iban detrás de ti". Pero, ellos pudieron atacar únicamente después de cerciorarse cuál era la situación de los ex esclavos que pusieron a prueba a H', diciendo: "¿Está H' entre nosotros, o no?"

Los amalecitas no iniciaron un ataque frontal, se dirigieron a aquellos judíos cansados y agotados, incapaces de defenderse. A aquellos que dudaban de H' tanto como de sí mismos.  

Preguntaban si acaso está D-os entre ellos. Estaban abandonados, descuidados y desprotegidos, porque así se sentían.  

La realidad era otra, pero no la percibían. Moshé comprende perfectamente las circunstancias y las debilidades del pueblo y convoca a Iehoshúa para planificar una respuesta correcta, aún antes que H' ordenara la destrucción total de ese pueblo.  "Escoge algunos de nuestros hombres" – elegidos por su fortaleza, por su temor al pecado, gente conocida, dicen nuestros exegetas. "Sal a combatir" a su terreno; no los esperes, toma la iniciativa.  

Todo ello mientras las manos de Moshé se mantienen en alto y el pueblo eleva sus ojos, con fe, a lo Celestial. Esa era la respuesta única a la pregunta abierta de si "¿Está H' entre nosotros, o no?". Estaba, claro que estaba, pero, sólo para aquellos que pudieron sobreponerse al cansancio y mirar a las alturas.  

En nuestra Parashá Itró, -la que quizás debió haberse llamado la Revelación de Sinaí-, hallamos el encuentro de ese sacerdote politeísta con el pueblo judío. "Y oyó Itró, sacerdote de Midián y suegro de Moshé, todas las cosas que D-os había hecho a favor de Moshé y de su pueblo Israel, y cómo H' había sacado a Israel de Egipto". Nuestros sabios contestan que Itró oyó el cruce del Mar Rojo y la guerra contra los Amalecitas. –Un hecho sobrenatural, y una guerra de guerrillas aparentemente ganada por la fuerza de la espada después de muchas pérdidas-. Los sucesos se produjeron muy cercanos en el tiempo y en el espacio, pero, Itró además de tratar de ver de cerca a ese pueblo capaz de orar y de empuñar las armas, de confiar en milagros y de defenderse con tácticas y estrategias, también percibió el espíritu unido en un solo corazón cuando el pueblo de Israel se predisponía a recibir los Diez Mandamientos y expresar su voluntad de someterse a la normatividad divina.

Itró los percibió distintos a todos los pueblos, después de haberse llegado a preguntar faltos de fe, si H' se encontraba entre ellos, se habían recompuesto.  

Es ese mismo Itró que luego recomendará a su yerno que seleccione "de entre todo el pueblo a hombres capaces, temerosos de D-os, hombres íntegros que aborrezcan las ganancias deshonestas", y los ponga al frente de ellos como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez, comprendiendo mejor que nadie las características del pueblo judío.

¿Por qué traemos estos encuentros en nuestro comentario semanal? Porque la cercanía en el orden de la lectura de la Torá de la guerra de Amalec y de la aparición del suegro de Moshé, no puede ser casual. Tiene tras de sí, un mensaje fundamental. Pareciera estar destinado al pueblo judío de todas las épocas.

Si deseamos que los pueblos de las naciones nos vean como sus reflejos, provocaremos que ellos se comporten con nosotros como Amalec, aún si nos percibieran fuertes. Esperarían el momento de cansancio para abalanzarse encima de nosotros y causarnos el mayor daño. Buscarían averiguar nuestros niveles de fe y cuando nos perciban flaqueando irán por detrás a herirnos. Y en esos momentos, deberemos recurrir a todas las tácticas militares, a todos los subterfugios, pero, si no vamos a tener capacidad de mirar hacia las alturas, seremos derrotados irremediablemente.  

En esas circunstancias, nos quedará únicamente la opción de luchar y separarnos. Alejarnos del peligro y si pudiéramos, destruir a quien quiere demolernos y asesinarnos.

Por ello no debemos olvidar jamás que borrar el recuerdo de Amalec nos obliga a recordarlo de continuo.  

La reciprocidad o multi-reciprocidad, que es uno de los pilares fundamentales en las relaciones entre las personas y las instituciones, está evidentemente fundada en la acción que provoca reacciones diferentes según sean los estímulos y en la percepción que cada parte tiene de la otra. Esa reciprocidad en las percepciones se da entre las naciones y dentro de ellas, entre las minorías y mayorías. El largo exilio de los judíos y su dispersión entre las naciones, les provocó tratamientos distintos en el tiempo y en el espacio. Ello, nos permitimos señalar, siguiendo la lectura de estas semanas, está relacionado a esas percepciones del otro y nos muestra la línea de una tendencia. Porque, cuando analizamos al nuevo encuentro recibimos una lección distinta. Si estuviéramos unidos. Si aceptáramos la normatividad y eligiéramos el camino por nosotros mismos sin querer imitar el de otros, podríamos recibir con los brazos abiertos no sólo a la familia de Itró, sino también a sus lecciones y consejos sin que ello nos aleje de nuestra esencia y de nuestras tradiciones. Cuando estamos unidos para recibir las Tablas de la Ley, los otros vendrán en son de paz a unirse a nuestra verdad.

Como siempre y como en todo, también en esto, elegimos el camino. El propio y el del otro. Nos perciben como nos percibimos. Nos atacan en nuestra debilidad, nos respetan en nuestra fuerza. Nos obligan a encerrarnos cuando somos frágiles, nos fortalecemos y expandimos cuando somos coherentes con nuestra fe, seguros de nuestro presente, convencidos de nuestro futuro.

Shabat Shalom desde Sión,
Rab. Yerahmiel Barylka

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