22 de noviembre de 2010

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Parashat VAYESHEV

 Las acciones de los seres humanos, se juzgan en las Alturas, no sólo por la forma en que la perciben los seres humanos, sino por sus intenciones, escondidas al ojo del observador terrenal[3].


Vayeshev comienza con Iaacov, pasa a Iosef, habla de Reubén y Iehudá, y finaliza con Potifar y el ministro de bebidas. Entre las figuras de la lectura semanal, se encuentran personalidades aparentemente menores como las de Tamar[1] y la esposa de Potifar que no aparece por su nombre en el texto, y que intenta seducir a Iosef y al fracasar hace que lo encierren para que luego se convierta en el gobernador de Egipto, trayendo a su padre y a toda su familia al primer exilio del pueblo judío. Son textos posteriores los que nos revelan que su nombre era Zalija.

Hay quienes especulan que ese incidente de Iosef es el que posibilitó el Éxodo y la recepción de la Torá porque sin él, el hijo querido de Iaacov, hubiera continuado siendo criado en la casa de Potifar y su familia no hubiera llegado a Egipto. Hay en esta interpretación, algo muy valioso, que es el mensaje que nos dice que una acción llevada a cabo en un lugar y en un momento, puede desatar una sucesión de acciones impensables en un primer momento e indescifrables para la mayoría de las personas. Claro, que los tosafistas que así lo interpretan, lo hacen muchos siglos después del suceso. Los contemporáneos no pudieron prever jamás lo que iba a suceder después. Hay en esta línea de pensamiento un mensaje para cada uno de nosotros que se apura en sacar conclusiones incluso de acciones inconclusas y derivar de ellas hipótesis y especulaciones.

Nuestros sabios juzgan con benevolencia no sólo a Tamar, a quien el mismo Iehuda da la razón, sino también a la esposa de Potifar (Ver Sotá 10 b, y Bereshit Raba 85, 2), acerca de quien afirman que había consultado a sus astrólogos que le habían revelado, que de ella (o de su hija) Iosef iba a tener descendencia. "¡Vengan y vean las obras de D-os, las cosas admirables que ha hecho por los hijos de los hombres!" (Salmos 66:5), es la invitación del salmista que sirve como introducción a esa interpretación. Nuestros sabios identificaron a Osnat hija de Poti Fera, el sacerdote de On, que según Bereshit 41:45, Iosef tomara por esposa como la hija de esa mujer (ver Ialkut Shimoni) [2].

Las acciones de los seres humanos, se juzgan en las Alturas, no sólo por la forma en que la perciben los seres humanos, sino por sus intenciones, escondidas al ojo del observador terrenal[3].
Son las mujeres de esta parashá las que toman iniciativas, no esperan que los hombres decidan por ellas, no son pasivas. Cuando su interés y por su intermedio, el interés del pueblo se haya en juicio deciden por el pueblo todo.

Sin embargo, otras fuentes nos traen una interpretación totalmente diferente de los mismos versículos, que nos llevan incluso a encontrar una figura jurídica que recién en nuestra época se ha impuesto que es la del "abuso de la autoridad" para obtener medios o acciones reprobadas. Hay por cierto, una escuela completa que intenta ver en esas mismas acciones el mal personificado[4].

En el Talmud (Sotá 32 a) la esposa de Potifar, es criticada porque confabulaba abusando de su posición de ser la cónyuge del amo de Iosef, que le confería autoridad sobre el criado, para disponer de él como mejor le placía. Uno de los midrashim nos cuenta que condujo a Iosef a pasear por el palacio, llevándolo de habitación en habitación, hasta llegar a su punto de destino y allí encontró un ídolo grabado en el cielorraso, que cubrió por respeto, antes de continuar con sus intenciones. A lo que Iosef la increpó diciendo, cubres un ídolo inerme para que no te observe tu accionar y al Santo Bendito que tiene ojos en todo lugar, ¿no temes?
Nuestros sabios comenzaron a llamar a Iosef a partir de este relato que aparece en el midrash "Iosef Hatzadik"[5], sin perjuicio que en la guemará rabí Iojanán interpreta el versículo: "Pero aconteció un día, cuando entró él en casa a hacer su oficio, que no había nadie de los de casa allí" (39:11), que también Iosef sabía de qué se trataba. Ese versículo es discutido también por Rav y Shmuel, quienes se cuestionaban si había ido a trabajar realmente o simplemente porque fue a hacer sus necesidades (en una velada alusión que sabía para qué causa estaba allí). Sin embargo, Iosef huye aunque deje en manos de la mujer sus prendas que servirán para encarcelarlo.

El relato de la Torá no lo dice expresamente, pero, es evidente que las autoridades, incluyendo a Potifar, no creyeron en la confabulación que la mujer tramó, aún usando argumentos que hacían referencia al origen y la clase social de Iosef: "--Miren, nos ha traído un hebreo para que hiciera burla de nosotros. Ha venido a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces. Al ver que yo alzaba la voz y gritaba, dejó junto a mí su ropa, y salió huyendo. Puso ella junto a sí la ropa de Iosef, hasta que llegó su señor a la casa. Entonces le repitió las mismas palabras, diciendo: --El siervo hebreo que nos trajiste, vino a mí para deshonrarme. Y cuando yo alcé mi voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó fuera. Al oír el amo de Iosef las palabras de su mujer, que decía: «Así me ha tratado tu siervo», se encendió su furor. Tomó su amo a Iosef y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey; y allí lo mantuvo" (39:14). Si Potifar hubiera creído lo que su mujer le dijo no hubiera encarcelado a Iosef sino lo hubiera mandado a ejecutar inmediatamente. Los midrashim nos relatan que distintas pruebas que intentó fabricar la mujer fueron llevadas a expertos que demostraron que eran un embuste. Pese a todo Iosef, sale de la trampa, y después de la cárcel llega a los máximos honores.

La mujer de las Escrituras, lejana estaba de ser objeto y sus acciones dejaron su impronta en nuestra historia como nación, como la dejan en nuestra historia familiar. Parece repetitivo, pero, conviene recordar que nuestros Padres y Madres fundadores, fueron seres humanos sometidos a los mismos deseos e instintos que como a nosotros mismos, nos enfrentan con pruebas que debemos pasar exitosamente, según nuestras propias capacidades. Si ellos pudieron, nosotros también somos capaces de ello.

Shabat Shalom, desde Sión,

Rab. Yerahmiel Barylka
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[1] Tamar debe enfrentarse con su suegro Iehudá, engañarlo, embarazarse de él teniendo mellizos. Uno de sus descendientes llegará a ser nada más y nada menos que David el rey de Israel, ascendente de quien esperamos el pronto nacimiento de Mesías.
[2] Jizkuni nos dice que haber tomado a la hija de Poti Fera como esposa, demuestra que no estuvo involucrado con la madre. Otros consideran que la misma familia de la mujer y Faraón necesitaban rehabilitar a Iosef después de lo que sufriera por la acción de la mujer. Para Faraón estaba claro que "el hombre inteligente y sabio", sobre el cual "está posado el espíritu divino", no podía haber caído en esa trampa. Es de suponer que Faraón citó a Potifar para verificar personalmente la verdad de la acusación y se convenció que no era sostenible. Por ello, Iosef no fue encarcelado sino en un instituto para detenidos políticos (39:20). La boda fue arreglada por el mismo Faraón.
[3] En varios discutidos casos, algunos de nuestros sabios son más que benévolos en sus interpretaciones, como es el caso de las hijas de Lot, en el que rabí Ieoshúa ben Korja, destaca en Nazir 23 b, que por la acción de la hija mayor, generaciones después tendríamos también como descendiente al rey David. El Santo Bendito fue quien hizo que en la cueva hubiera vino, que dieron de beber a su padre para que pierda la conciencia. Aparentemente esa indulgencia, se basa en las buenas intenciones de las mujeres que tenían según ellas entendieron una buena razón para su conducta, que era la de la salvación de la humanidad que creían podría desaparecer.
[4] Incluso nos encontramos con quienes reprueban a Iaacov por haber besado a Rajel, y a ella por haber sido besada tal como leemos: "Y sucedió que cuando Iaacov vio a Rajel, hija de Labán, hermano de su madre, y las ovejas de Labán, el hermano de su madre, se acercó Iaacov y removió la piedra de la boca del pozo, y abrevó el rebaño de Labán, hermano de su madre. Luego Iaacov besó a Rajel, alzó la voz y lloró" (Bereshit 29:10-11). Sin embargo, hay consenso entre los intérpretes en no ver allí ningún acto reprobado.
[5] Los sabios aportan también otras explicaciones que justifican que le llamen el justo, a las que nos referiremos con la ayuda de H’ en el comentario de la semana próxima.

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