15 de noviembre de 2010

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Parashat Vaishlaj


"Salió Dina, la hija de Lea que le había dado a luz a Jacob, a ver a las hijas del país. Y la vio Shjem hijo de Jamor, el jiveo, príncipe de aquella tierra; la tomó, yació con ella y la afligió" (Bereshit 34:1-2).

"Dijo R' Berajiá en nombre de R' Levi: Una persona tenía en su mano un trozo de carne, y cuando el ave de rapiña lo vio, voló hacia él y lo apresó. Así, cuando Dina hija de Lea, salió, la vio Shjem hijo de Jamor y la poseyó". Midrash Rabá.

Lo que sucedió entre Shjem y Dina y posteriormente entre los hijos de Iaacov y ese grupo, presentan un desafío gigante a nuestros jajamim que intentan explicarnos las razones más profundas de la conducta humana y las reacciones de nuestros patriarcas. También deben enfrentarse a muchas preguntas. ¿Hay culpables? ¿La víctima tiene la culpa? ¿La educación que recibió fue equivocada? ¿Las actitudes de la madre que imita inconscientemente no eran las mejores? ¿El violador puede reparar su acción cuando, enamorado desea tomar a la víctima como esposa? ¿Después de la acción, cuál debe ser la reacción del entorno familiar? ¿A qué se debió la inacción del padre?


La Torá identifica a Dina en este contexto como hija de Lea, quien junto a Iaacov, se mantuvo en silencio después del terrible incidente por el cual había pasado la joven. Rashí, basándose en el midrash Bereshit Rabá 81, nos explica que la referencia a la madre y no al padre en el versículo, se debe porque también Lea, solía salir, tal como leímos previamente (30:16) "Cuando Iaacov volvía del campo, Lea salió a su encuentro…"

Como podemos ver, ese midrash, culpa a Lea por la salida de Dina, porque ella misma, salía…, atribuyendo a la víctima y a su madre lo que le sucedió, en lugar de hacerlo al violador.


Otros midrashim, adjudican el suceso a Iaacov, por haber escondido a su hija, cuando "aquella misma noche Iaacov se levantó, tomó a sus dos esposas, a sus dos esclavas y a sus once hijos, y cruzó el vado del río Iaboc" (32:22), para que no cayeran en manos de Esav, antes de su lucha con el ángel. Ya que el versículo habla de los 11 hijos, el midrash pregunta, ¿dónde está la hija que falta? Y contesta que "la colocó en una caja que cerró para evitar que el malvado Esav pusiera sus ojos en ella y la tome" (Bereshit Raba 76,9). ¿De qué se culpa a Iaacov? – de haber impedido que su hija se una a su propio hermano, cuando esa unión hubiera podido lograr modificar a Esav por la influencia de Dina y se hubiera producido, tal como comenzaba a ser tradición en la misma familia.


Hasta aquí la culpa es del padre o es de la madre. No es de la hija. No es de Shjem.


"Iaacov se enteró de que Shjem había violado a su hija Dina pero, como sus hijos estaban en el campo cuidando el ganado, no dijo nada hasta que ellos regresaron" (34:5). El padre que con valor había planeado hasta el último detalle su encuentro con su hermano y se había enfrentado durante largas horas luchando cuerpo a cuerpo con el ángel, de pronto queda silenciado. El midrash, nos trae la cita de Mishle 11:12, que dice "el hombre de entendimiento se queda callado", dándole un valor al silencio, que es el grito más fuerte y desgarrante del dolor. Iaacov no sabía aún que Shjem, "se enamoró de ella y trató de ganarse su afecto. Entonces le dijo a su padre: «Consígueme a esta muchacha para que sea mi esposa». Pero, parece que está dispuesto a aceptar a los habitantes de la tierra como parte de su familia. Pero, sus hijos, los hermanos de Dina no piensan así. "Al tercer día, cuando los varones todavía estaban muy doloridos, dos de los hijos de Iaacov, Shimón y Leví, hermanos de Dina, empuñaron cada uno su espada y fueron a la ciudad, donde los varones se encontraban desprevenidos, y los mataron a todos. También mataron a filo de espada a Jamor y a su hijo Shjem, sacaron a Dina de la casa de Shjem y se retiraron. Luego los otros hijos de Iaacov llegaron y, pasando sobre los cadáveres, saquearon la ciudad en venganza por la deshonra que había sufrido su hermana" (34:25-26).
Pero, si hay acaso, encontramos un silencio que amerita ser analizado es el de la misma Dina.
¿Qué pensaba Dina? ¿Quería o no deseaba quedarse en la casa de Shjem cuando sus hermanos la sacaron de allí? Si releyéramos el caso de Amnón y Tamar, encontraríamos allí la voz de Tamar expresando su sentir sin lugar a dudas.


En nuestra parashá, su sentimiento inexpresado da lugar a poner el acento en la relación entre la familia patriarcal, y las de los otros pueblos. El verbo utilizado repetidamente para describir la acción de Shjem es mancillar (el concepto hebreo es tumá, impureza ritual).
Es también el midrash arriba citado, que al equiparar la actitud del violador al de una ave de rapiña, deja establecido con claridad que los rapaces no van con vueltas, cuando quieren la presa la toman, se abalanzan sobre ella, no temen, y no les importa en manos de quien esté. Incluso si ponen en peligro su vida. La víctima, pues, no es la culpable. Tampoco su familia. Pese al terrible drama de Dina, la familia de Iaacov, a diferencia de la de sus padres y abuelos que tuvieron que expulsar a los hijos, permanece unida. Tendrán conflictos internos, no habrá exclusiones de parte del padre.

Después que se perdiera la oportunidad que quizás Iaacov deseaba, de integrar a toda la familia de Shjem que había pasado por parte del proceso de conversión al aceptar integrarse y pasar por la cirugía nada fácil para adultos de la circuncisión, le queda a Iaacov su propia familia. Los hijos de Iaacov, unidos en acciones innecesarias de castigo colectivo, y dos de ellos, también en el asesinato del grupo de Shjem, son reprendidos por su padre que cree en otro tipo de justicia. Ellos no habían hecho ningún intento de reparación, ni el que establece la Torá en Devarim 22: 29... “el hombre le pagará al padre de la joven cincuenta monedas de plata, y además se casará con la joven por haberla deshonrado. En toda su vida no podrá divorciarse de ella”.


Ya en su enfrentamiento con su hermano, Iaacov nos había brindado una lección que hay que prepararse para todas las eventualidades y usar todos los medios a su alcance para sobrevivir. Ya en la lucha con el ángel de la cual salió victorioso pero herido, sabía que de él se espera otra cosa. Pero, como padre, no siempre pudo lograr que sus hijos sigan su camino.

La discusión entre padre e hijos, parece formar parte del dilema de integración a otro pueblo que tiene otras normas de conducta, asimilarse y desaparecer de la historia, o separarse totalmente de esa posibilidad.


Cuando Iaacov ordena limpiar los ídolos, quizás hace referencia a aquellos que después de la acción de los hijos contra la familia de Shjem, los trajeron consigo.


-Coherencia- exigió Iaacov, si ya no nos mezclamos, (habrá pensado) tal como yo mismo luché para evitar siquiera dos tipos de valores en la familia e impedí que mi hija se quede con mi hermano, malvado a mis ojos, y ustedes siguieron ese principio y no aceptaron a la familia de Shjem pese a su circuncisión que es la muestra más valedera de la sinceridad que tenían de unirse con nosotros, quiten también los símbolos de la fe que no compartimos. La parashá debería haber terminado con estos versículos: “Entonces Iaacov dijo a su familia y a quienes lo acompañaban: «Desháganse de todos los dioses extraños que tengan con ustedes, purifíquense y cámbiense de ropa. Nos vamos a Bet El. Allí construiré un altar al D-os que me socorrió cuando estaba yo en peligro, y que me ha acompañado en mi camino.» Así que le entregaron a Iaacov todos los dioses extraños que tenían, junto con los aretes que llevaban en las orejas, y Iaacov los enterró a la sombra de la encina…” (35:2-5)

Shabat Shalom,
Rab. Yerahmiel Barylka

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