4 de abril de 2010

Pesaj: Un hito fundacional en el tiempo del pueblo judío; una señal de su espacio

Pesaj: una señal del espacio propio

Rabino Yerahmiel Barylka 

La salida de la esclavitud es el suceso que convirtió a un cuerpo inerme de almas despersonalizadas por la explotación, en una nación. Así nació el pueblo de la heredad divina que resultó el destinado a recibir la Torá en el medio del desierto y a dirigirse a su propia tierra redescubierta.

Cuando el calendario elige a nisán como el inicio, convierte a Pesaj en una festividad central. Homenaje que no es sólo recuerdo y memoria, sino un indicio del servicio divino. Servicio que es presencia. El Éxodo aparece nombrado muchas veces en la Escritura, y quien acepta con amor el servicio divino, repite varias veces al día en sus oraciones, evocaciones de esa acción. Todos los días y no sólo en nisán. Pero, este mes es el que tiene la misión de organizar nuestra vida a lo largo del año, en el sentido individual, en el colectivo y el nacional.

 El tiempo y el espacio son dos parámetros sin los cuales, prácticamente, es imposible pensar o pensarse. Tiempo también en el sentido filosófico de “fuerza de vida”, “tiempo de la vida”, y “la persistencia de la fuerza vital” o como Husserl, “conciencia interna del tiempo”, o Neushausler, la “inquietud del ser”. Espacio-tiempo es la matriz de toda realidad. Las dificultades de ubicarse en esas dimensiones, pueden servir para diagnosticar enfermedades y no sólo del alma. Quien se coloca fuera del tiempo y del espacio, atenta contra su propia persona.

Cuando Rashí se interroga por qué la Torá no comenzó con el versículo: “Este mes les será   principio de los meses; será éste para ustedes el primero en los meses del año” (Ex. 12:2), desea subrayar que esta orden tiene un valor colectivo que marca una identidad que permite el desarrollo de la historia común, y antes que ello, la mejor referencia para la pertenencia grupal. Pero, judaísmo es también espacio. La realidad donde están las cosas y los sujetos. El espacio está en el mundo tangible, está en el mundo de la Existencia de la realidad, que no puede negarse. El maestro Ovadia Sforno, le da al tiempo que se aprende del versículo, otra trascendencia no menos importante, cuando acentúa la palabra lajem para ustedes, y nos dice: “A partir de hoy, serán dueños de su tiempo, no seguirán más las fechas que les fije el otro”. El tiempo es libertad y cuando se pierde esclaviza. Manejar el tiempo es marcar soberanía no menos que morar en los límites del espacio. Espacio-tiempo. Tiempo-espacio.

El Éxodo de Egipto, no fue un objetivo en sí mismo, sino una necesidad para arribar a la Tierra de Israel y no a ningún otro espacio en el planeta. La respuesta de Rashí a su dilema sobre el inicio de la Torá, se responde en su texto: La Creación divina permite la adjudicación de la Tierra de Israel al pueblo judío.

Para poder llegar al momento del Éxodo era necesario vivir el tiempo, como con la plaga de la langosta: “…cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy” (10:6)   “Y subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en todos los términos de Egipto, en gran manera grave: antes de ella no hubo langosta semejante, ni después de ella vendrá otra tal” (10:14), y más fuertemente aún en la de la oscuridad: “Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas tres días por toda la tierra de Egipto. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones” (10:22-23). La tenebrosa oscuridad en el que fueron sumidos, anuló el tiempo de los egipcios. Este versículo marca el contraste entre la Luz y la Oscuridad, entre el Tiempo y su falta. Una luz nueva que volverá a iluminar a un pueblo naciente. Una tiniebla contrastante que indica la decadencia y que resalta la iluminación. Tiniebla que en otros tiempos, lejos de su tierra, vivieron los judíos por generaciones.

El mes y el día del Éxodo son el mojón de una serie de preceptos que delimitan la heredad del pueblo judío.  “Y guardaréis la fiesta de las matzot, porque en este mismo día saqué a vuestros ejércitos de la tierra de Egipto…” (12:17). “En este mismo día salieron todos los ejércitos de H’ de la tierra de Egipto” (12:41). El pan leudado está relacionado con el tiempo, porque es producto de dejarlo detenido, de perder el tiempo de actuar. Dejar pasar la oportunidad, de actuar con presteza en el cumplimiento de las obligaciones espirituales. Quien lee los versículos que describen la epopeya se encontrará con varias afirmaciones que indican presteza, velocidad, prontitud. Tiempo. Los esclavos no se podían liberar si dejaban pasar la oportunidad de salir. En hebreo diríamos que no debían leudar la coyuntura.

En estas partes de la Escritura, descubrimos el tiempo relativo. “Y Moisés dijo: Así ha dicho el Eterno: Como a media noche saldré en medio de Egipto...” (11:4), está escrito como, cerca de la medianoche, fijación no cronométrica que igualmente mantiene su dramatismo.  Pero, en la descripción de la acción aparece el tiempo exacto en toda su fortaleza metafórica. Fue a esa hora, la partición de la historia.

Regresemos por un instante a las tinieblas de Egipto: “Y cubrió el ojo (la faz) de todo el país y se oscureció la tierra; y se comió toda la hierba de la tierra y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; y no quedó nada verde en árbol ni en planta del campo en toda la tierra de Egipto” (10:15). El espacio de la tierra es descrito como algo viviente que puede iluminar y oscurecer, que tiene un propio ojo que observa y que puede cubrirse. De este versículo aprendemos aún antes que de nuestra historia, que durante la destrucción no hay ni una hoja verde, ese color desaparece. En tiempos de desgracia, la Tierra cierra sus ojos extraviados porque está sin tiempo y sin espacio. No hay producción. No hay vida. La naturaleza languidece. Pero, cuando sus habitantes naturales regresan a sus límites, la tierra se pinta de verde, se muestra con el celeste del agua, se refleja desde su propio ojo hacia todos sus amigos brindándoles de su luz material, de su luminiscencia espiritual.

Pesaj, es la primera de las festividades de peregrinación, nisán es el primer mes, Israel es la tierra. Tiempo y espacio en nuestras manos.

El seder  y la matzá, nos invitan a no leudar la ocasión. Si deseamos ser libres, debemos seguir el camino de este mes, de esta fiesta, y seguir su luz. En otras palabras, escribir esta parte de nuestra propia historia, ubicada en los parámetros de tiempo-espacio, espacio-tiempo.

Jag casher vesameaj

Rab. Yerahmiel Barylka

No hay comentarios.: