13 de septiembre de 2010

Grata ceremonia familiar: Bendecir a los hijos





La víspera de Yom Kipur, trae consigo una atmósfera especial producto de distintos estímulos: festividad y majestad frente al arrepentimiento y al temor. Esa tarde más que ninguna otra en el ciclo del año judío constituye un dique frente al incontrolable devenir temporal. Se detiene el tiempo y se detiene el hombre para reflexionar y para avistar el sentido de su existencia, el misterio de lo sucedido y de lo que le espera.



El jeshbón hanefesh, el balance espiritual está por cerrarse y queda muy poco por hacer. Quizás lo más angustiante sea asumir con toda su dimensión el problema de la responsabilidad ante el Hacedor y an te uno mismo, cuando aún se puede emprender el camino del retorno, de un comienzo que pueda liberar de un pasado demasiado pesado, cuya vacuidad se hace insoportable y muchas veces quita la savia para emprender la ruta que nos lleve a una mayor espiritualidad.



Dónde se encuentra el fervor religioso y el sentimiento, necesarios para volver a nacer, con un balance en cero, si no en uno mismo? "Cuando lo que se cuestiona es el sentido de la existencia, la respuesta ha de ser, necesariamente, mística, patética, estremecida y estremecedora", dice Jaime Barylko.



Quizás por ello, para la toma de conciencia, cercana a la existencia, y como tal a lo más trascendente de la vida, se estableció la costumbre de bendecir a los hijos en la víspera de Yom Kipur, porque habrá quienes, necesiten de los méritos de sus hijos para entender, como tantos otros recurren a los méritos de sus antecesores, para continuar.



Por ello, me permito traducir libremente el texto de una de esas oraciones, que al recitarlas humedecen los ojos de los padres y los prepara para la jornada que se avecina.



"Quiera el Señor depararos suerte igual a la de Efaím y Menashé (para niñas: igual a la de Sara, Riv ka, Rajel y Lea). D*s te bendiga y te guarde; D*s te ilumine con su presencia y te colme de gracia. D*s te contemple con su inmanencia y te conceda la paz. Que sea la voluntad de nuestro padre que mora en los cielos, que permita en tu corazón Su amor y Su reverencia, y que ante tu rostro esté siempre el respeto hacia El, todos los días de tu vida, para que no peques. Que tu deseo esté en La Torá y en los preceptos, y que tus ojos hacia El se eleven. Que tu boca pronuncie cosas sabias y a tu corazón se adhiera la reverencia. Que tus manos estén ocupadas en el cumplimiento de los mandamientos; que tus piernas corran tras la voluntad de tu Padre Celestial. Que El te conceda hijos e hijas piadosos y justos, entretenidos en la Torá y las mitzvot todos los días de sus existencias. Que tu matriz sea bendecida, y que te provea de sustento lícitamente, con holgura, satisfacción, de Su mano llena, y no por producto de la beneficencia de un ser de carne y sangre. Sustento que esté encaminado al Servicio Divino, y te inscriba y te confirme para una vida larga y buena, junto a todos los piadosos de Israel Amén".



Quizás en las palabras de esta bendición a los hijos, encontremos nuestro propio sentido vital por el cual tanto luchamos. Pero no hay duda que si la pronunciamos con toda nuestra intención y con todo nuestro convencimiento, ayudaremos que la joven generación encuentre el suyo, que es el de empezar una vida renovada, inspirada por la senda judía de lo justo.



Quiera D*s escuchar nuestras plegarias y nuestras bendiciones y confirmarnos para un feliz y próspero año nuevo.



Rab. Yerahmiel Barylka
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