10 de agosto de 2010


Parashat Shoftim



“Cuando hayas entrado en la tierra que H’, tu D-os, te da, tomes posesión de ella, la habites y digas: "Voy a poner un rey sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores",… pondrás como rey…Pero él no deberá tener muchos caballos…Tampoco deberá tener muchas mujeres…; ni amontonará para sí demasiada plata ni oro. »Cuando se siente sobre el trono de su reino, deberá escribir esta Ley para su uso,… La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer a H’, su D-os, guardando todas las palabras de esta Ley y estos estatutos, y poniéndolos por obra. Así no se elevará su corazón sobre sus hermanos, ni se apartará de estos mandamientos a la derecha ni a la izquierda, a fin de que él y sus hijos prolonguen los días de su reino en medio de Israel” (Devarim 17:14-20).

Si bien la democracia occidental ha comenzado a regir los destinos de los pueblos hace varios siglos, aún no termina de imponerse en nuestros días y no solamente en los países con fraudes históricos o que eligen como tan cerca de casa a sus presidentes hereditarios por mayorías insólitas en referendos que les conceden casi el 100% de los votos emitidos. La prepotencia de los gobernantes que se creen con derechos sobre la ciudadanía y se sienten superiores a la ley y a los jueces en regimenes en los que las elecciones son limpias, tampoco dan motivos de aplauso.

La orden de "nombrar como rey a uno de tu mismo pueblo" que nos trae esta parashá (17:15), tiene las limitaciones escritas y las que luego se acrecentaron por nuestros sabios. Nombrar un soberano puede unirse a otros preceptos que debimos cumplir una vez que nos asentemos en la Tierra de Israel, como “dijo Rabí Iehudá: tres mandamientos les dieron a los hijos de Israel cuando entraron al país. Que nombraran un rey, que extirparan la simiente de Amaleq y que construyeran el Templo” (Sanedrín 20b).

El Sefer Hajinuj pretende explicarnos la necesidad de soberano para evitar las luchas intestinas en el pueblo de Israel que podrían acabar con el orden político y alejar la paz.

Cuando la mishná en Shabat 14:4 nos dice: "Todos los hijos de Israel descienden de reyes" nos intenta enseñar que ante la Ley de la Torá todos somos iguales, y el rey es quien tiene que vigilar el cumplimiento de la ley, que no permite que nadie se sienta desobligado por ella.

Ya en la misma época bíblica nos encontramos con violaciones a las leyes y a debates acerca de la preeminencia de la ley. Y uno de los ejemplos más destacados tiene que ver con Navot, tal como leemos en I Reyes 21, que transcribimos al fin del comentario. El abuso del poder no es aceptado por nuestras normas. Estamos hablando de una época en la que ya el reinado se había consolidado y el mismo profeta Eliahu le rinde honor, "Pero la mano de H' estaba sobre Eliahu, que se ciñó la cintura y corrió delante de Ajab hasta llegar a Jezreel" (I Reyes 18:46). 

El relato de la guemará en Sanedrín 19 a-b, nos ilustra de los límites que nuestros sabios colocaban a los poderes omnímodos de los reyes: “Dijo Rabí Iosef: …los reyes de la casa de David pueden juzgar y ser juzgados… Cierta vez un esclavo del rey Ianái (de Iehudá), dio muerte a un hombre. Dijo entonces Shimón ben Shetaj a los sabios: pongan sus ojos sobre él, y juzguémoslo. – y ellos mandaron a decirle al rey: Tu esclavo mató a un hombre. El rey lo envió para que lo juzgarán y los sabios le mandaron a decir al rey Ianái: Tienes que venir tú también, porque la Torá dice ‘y a su dueño se le hubiere notificado’, el dueño del buey corneador que mata a una persona debe presentarse y quedarse junto a su buey- Vino el rey y tomó asiento. Shimón ben Shetaj le dijo: Ponte de pie, rey Ianái y que depongan ante ti los testigos. No estás ante nosotros, sino ante aquel (H’) que con su palabra creó el mundo, como dice el escrito: Entonces los dos litigantes se presentarán (Devarim 19:17)…” Shimón ben Shetaj era el presidente del Sanedrín y cuidaba su status incluso frente al rey. Era hermano de la reina Shlomtzión la esposa del rey Ianái y ya había debido huir previamente de las persecuciones reales. Sus relaciones con su cuñado supieron de altas y de bajas, pero el sabio no renunció a sus principios y la discusión de si los jueces juzgan y son juzgados que trae la guemará citada, no agota el tema. ¿Frente al poder sin límites, es posible que la judicatura imponga la Ley?

Nosotros sabemos que los controles que se ejercen sobre el ejecutivo deben luchar contra el poder y la fuerza y en épocas de comunicación abierta contra aquellos que cuentan con los medios para difamar a sus opositores y preferir sus intereses a los del pueblo.

El mensaje de la parashá es muy simple: Nadie es superior a la Torá, ni al resto de las personas. Acaparar bienes y lujos destruye a los líderes. Las instituciones jurídicas están por encima de los reyes.

Si se aplicaran estos principios tan simples en nuestros días, los pueblos serían más felices y las naciones no deberían atravesar por la vergüenza de ver a sus líderes en la picota pública.

No puedo terminar estos comentarios sin presentar la posición de Don Itzjak Abarbanel (1437-1508), quien además de ser un exégeta bíblico de primera línea fue también filósofo y se desempeñó como ministro de economía de varios soberanos de su época entre los que se encontró también Fernando de Aragón quien expulsó a los judíos de España en 1492. Abarbanel creía que la elección del rey es una mitzvá de hacer, pero, incluida dentro de una mitzvá no obligatoria. Después de su larga experiencia política y de su permanencia en las cortes, creía que el reinado contraría la Torá y que sólo el período de los Jueces fue derivado de la Autoridad Divina. El gobierno –decía don Itzjak- es una creación del instinto maligno.

Viendo cómo se comportan los gobiernos, incluso, los democráticos de nuestra época, resulta muy atractivo solidarizarse con el pensamiento de este filósofo judío.

Shabat Shalom desde Sión,

Rab. Yerahmiel Barylka
Envíe su comentario a yerahmiel@gmail.com 
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1 Reyes 21

La viña de Navot

 Y sucedió que después de estas cosas, Navot de Jezreel tenía una viña que estaba en Jezreel, junto al palacio de Ajab, rey de Samaria. Y Ajab habló a Navot, diciendo: Dame tu viña para que me sirva de huerta para hortaliza porque está cerca, al lado de mi casa, y yo te daré en su lugar una viña mejor; si prefieres, te daré su precio en dinero. Pero Navot le dijo a Ajab: No permita H' que te dé la herencia de mis padres. Ajab entonces se fue a su casa disgustado y molesto a causa de la palabra que Navot de Jezreel le había dicho; pues dijo: No te daré la herencia de mis padres. Y se acostó en su cama, volvió su rostro y no comió. Pero Izebel su mujer se acercó a él, y le dijo: ¿Por qué está tu espíritu tan decaído que no comes? Entonces él le respondió: Porque le hablé a Navot de Jezreel, y le dije: "Dame tu viña por dinero; o, si prefieres, te daré una viña en su lugar." Pero él dijo: "No te daré mi viña." Su mujer Izebel le dijo: ¿No reinas ahora sobre Israel? Levántate, come, y alégrese tu corazón. Yo te daré la viña de Navot de Jezreel. Y ella escribió cartas en nombre de Ajab, las selló con su sello y envió las cartas a los ancianos y a los nobles que vivían en la ciudad con Navot. Y escribió en las cartas, diciendo: Proclamad ayuno y sentad a Navot a la cabeza del pueblo. Sentad a dos hombres malvados delante de él que testifiquen contra él, diciendo: "Tú has blasfemado a D-os y al rey." Entonces sacadlo y apedreadlo para que muera. Los hombres de su ciudad, los ancianos y los nobles que vivían en su ciudad, hicieron como Izebel les había mandado, tal como estaba escrito en las cartas que ella les había enviado. Proclamaron ayuno y sentaron a Navot a la cabeza del pueblo. Entonces entraron los dos hombres malvados y se sentaron delante de él; y los dos hombres malvados testificaron contra él, es decir, contra Navot delante del pueblo, diciendo: Navot ha blasfemado a D-os y al rey. Y lo llevaron fuera de la ciudad, lo apedrearon y murió. Después enviaron un mensaje a Izebel, diciendo: Navot ha sido apedreado y ha muerto. Y cuando Izebel oyó que Navot había sido apedreado y había muerto, Izebel dijo a Ajab: Levántate, toma posesión de la viña de Navot de Jezreel, la cual él se negó a darte por dinero, porque Navot no está vivo, sino muerto. Y sucedió que cuando Ajab oyó que Navot había muerto, se levantó para descender a la viña de Navot de Jezreel, para tomar posesión de ella. Entonces vino la palabra de H' a Eliahu tishbita, diciendo: Levántate, desciende al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en Samaria; he aquí, él está en la viña de Navot, adonde ha descendido a tomar posesión de ella. Le hablarás, diciendo: "Así dice H': '¿Has asesinado, y además has tomado posesión de la viña?'" También le hablarás, diciendo: "Así dice H': 'En el lugar donde los perros lamieron la sangre de Navot, los perros lamerán tu sangre, tu misma sangre.'" Y Ajab dijo a Eliahu: ¿Me has encontrado, enemigo mío? Y él respondió: Te he encontrado, porque te has vendido para hacer el mal ante los ojos de H'. He aquí, traeré mal sobre ti, te barreré completamente y cortaré de Ajab todo varón, tanto siervo como libre en Israel; haré tu casa como la casa de Ieroboam, hijo de Nabat, y como la casa de Baasa, hijo de Ahías, por la provocación con la que me has provocado a ira y porque has hecho pecar a Israel. También de Izebel ha hablado H', diciendo: "Los perros comerán a Izebel en la parcela de Jezreel." Cualquiera de Ajab que muera en la ciudad, lo comerán los perros, y el que muera en el campo, lo comerán las aves del cielo. Ciertamente no hubo ninguno como Ajab que se vendiera para hacer lo malo ante los ojos de H', porque Izebel su mujer lo había incitado. Su conducta fue muy abominable, pues fue tras los ídolos conforme a todo lo que habían hecho los amorreos, a los que H' había echado de delante de los hijos de Israel. Y sucedió que cuando Ajab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sus carnes y ayunó, se acostó con el cilicio y andaba abatido. Entonces la palabra de H' vino a Eliahu tishbita, diciendo: ¿Ves como Ajab se ha humillado delante de mí? Porque se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; pero en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa.









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