PARASHAT SHLAJ LEJA
Deprimidos y omnipotentes no pueden ganar batallas ni siquiera las emprenden contra sí mismos
Rabino Yerahmiel Barylka
En las últimas semanas nos referimos a la sensación de desierto. Ese espacio, intermedio entre la esclavitud y la liberación. Esa transición entre acciones divinas visibles, (no que hubieran influido categóricamente en nuestros antepasados) y la necesidad de enfrentarse a la realidad nada fácil con las herramientas humanas. Vieron las guerras de H' contra Faraón y Egipto, las diez plagas, el cruce del Mar Rojo, el maná, y la Revelación. Nada tenían que hacer. Eran pasivos: "Pero Moshé dijo al pueblo: No teman; manténganse firmes y vean la salvación que el Señor hará hoy por ustedes; porque los egipcios a quienes vieron hoy, no los volverán a ver jamás. El Señor peleará por ustedes mientras ustedes se quedarán callados". (Shemot 14, 13:14), pese a ello, toda la generación que participó del Éxodo y que no supo entender hasta el final lo que estaba viviendo quedaría en el desierto sin ingresar a Israel.
Quienes hicieron que Moshé fragmentara, haciendo añicos, las tablas de la Ley, y que se quejara del alimento por el que no tenían que laborar, que deseaba carne, porque no tenía agua, se rebelara a Moshé siguiendo a Koraj, no supo ni pudo transformarse. Su necesidad de enviar a agentes informadores, se inscribe en su fracaso de poder hacer el cambio para bastarse a sí mismos en el ingreso a la Tierra de Israel, desafío nada simple por cierto. Conducta que se inscribe en otras que marcan un contraste en las actitudes de ese grupo que atestiguara con su presencia los momentos más insignes de la historia y que se desplomara por causa de sus errores, al extremo que Rabí Akiva y los jajamim discuten en la Guemará (Sanedrín 110), acerca de si la generación del desierto tenía o no parte en el mundo del futuro. "Yo soy el Señor, y cumpliré al pie de la letra todo lo que anuncié contra esta perversa comunidad que Me desafió. En este desierto perecerán. ¡Allí mismo morirán! (Bemidmar 14:35) "-perecerán se refiere a este mundo y morirán en el mundo venidero-. 
Rabí Akiva aprende eso del versículo de Tehilim, 95:11 "Por tanto juré en mi furor que no entrarían en mi reposo"… dijo Raba bar bar Jana en nombre de Rabí Iojanán: Rabí Akiva abandonó su devoción. Porque dice el versículo de Irmiahu 2: 2 "Ve y proclama a oídos de Jerusalén que así dice el Señor: "Recuerdo el amor de tu juventud, tu cariño de novia, cuando me seguías por el desierto, por tierras no cultivadas" – si otros continúan al mundo del futuro por sus méritos, ¿ellos no?".
Los primeros versículos de nuestra parashá: "Y el Señor habló a Moshé, diciendo: Envía hombres a fin de que reconozcan la tierra de Canaán, que voy a dar a los hijos de Israel; enviarás un hombre de cada una de las tribus de sus padres, cada uno de ellos jefe entre ellos. Entonces Moshé los envió desde el desierto de Parán, al mandato del Señor; todos aquellos hombres eran jefes de los hijos de Israel", (Bemidbar 13:2) fueron ilustrados por el discurso de Moshé: "Entonces todos ustedes se acercaron a mí, y dijeron: "Enviemos hombres delante de nosotros, que nos exploren la tierra, y nos traigan noticia del camino por el cual hemos de subir y de las ciudades a las cuales entraremos." (Devarim 1: 22). D-os que sabía la respuesta da oportunidad a la elección humana. Acepta el pedido del pueblo y lo hace suyo, porque en esa etapa, ya debían tomar responsabilidades por si mismos y no esperar más milagros. Pero, el pueblo fracasa también en esta tarea como naufragara en las que siendo pasivo, no pudo seguir.
Como que se hunden en una depresión profunda después de sentirse en la omnipotencia. De ser parte de la Revelación se hunden en el desierto. De salir del Imperio más importante se asustan de enfrentarse con siete pueblos que son tribales. Y si los enviados no trajeron noticias alentadoras, ¿esa era causa suficiente de su desconfianza, antes que nada en sí mismos?
Es obvio que deprimidos no podían ganar batallas aún contra sí mismos. Tampoco omnipotentes. Ese es nuestro pueblo en el Desierto. Tan cerca de la fe, y por momentos de debilidad, tan lejos de ella.
Sus hijos ingresaron finalmente a la Tierra de Israel, pese a todo o quizás gracias a todo. También gracias a las flaquezas.
La respuesta a los dilemas que nos trae la parashá y a sus preguntas, parece poder encontrarse contestación, también para nuestra generación, en las palabras de Irmiahu, cuando hace referencia a la parte excelsa de esa generación. A sus momentos de verdadera altura. Al instante de su espiritualidad. 
"Recuerdo el amor de tu juventud –esa época de pureza -, tu cariño de novia- en el contacto divino sin condiciones y sin pretensiones como en el verdadero amor, cuando me seguías –sabiendo que hay un líder y que hay un camino- por el desierto –en la soledad de los enamorados, reconociendo la Presencia Divina, sin preocuparse por las cosas materiales-, por tierras no cultivadas –sin preocuparse de llevar consigo alimentos-".
Esa es la fe verdadera. La que no se logra fácilmente. La que pasa por pruebas. Pero que al final triunfa. Es la versión optimista. 
Siguiéndola, la haremos realidad.
Shabat Shalom, desde Sión,
Rab. Yerahmiel Barylka
 
 
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