13 de abril de 2011

Shabat Hagadol

El Shabat anterior a Pesaj es llamado Shabat Hagadol – el gran Shabat-, porque en él ocurrió el gran milagro, relatado en Exodo 12: 3: “el día décimo de este mes ustedes tomarán un cordero por familia, uno por cada casa”. La cuenta es fácil. Los judíos salieron de Egipto un jueves, por lo que el 10 de nisán fue Shabat, y en ese día tomaron un cordero y lo ataron a los pies de sus camas. Los egipcios preguntaban: ¿Por qué hacen eso? Y les contestaban que para faenarlo para Pesaj, porque D’s nos los ha ordenado. Y los hombres de la gran potencia de esa época, acostumbrados a ver a los judíos sometidos, se mordían los labios, porque les anunciaban el sacrificio de uno de sus símbolos impolutos, pero no sólo nada pudieron hacer para evitarlo, ni siquiera se animaron a protestar. Eso aprendemos del Oraj Jaim, dándonos esa razón para titular a ese Shabat milagroso como grande en particular.

Bendito sea D’s, -decimos en nuestras oraciones-, “que nos ha creado para Su honor y nos ha alejado de quienes se descarrían, que nos ha dado la Torá de verdad” en la que aprendemos que Él conduce el mundo por dos vías, según nuestra capacidad de entenderle. Un mundo natural y otro sobrenatural. Difícilmente estamos capacitados para acercarnos a descifrar al mundo de la naturaleza, pero, tenemos pretensiones de comprender el otro e interpretarlo. Como que no podemos renunciar a la omnipotencia de creernos ser como dioses, mientras nos comportamos como menos que humanos –todos sus actos, (de los humanos) no son más que vanidad, y a Tus ojos, todos los días de la vida de aquéllos nada significan. Por lo demás, la ventaja del hombre respecto de la bestia es, en definitiva, nada, puesto que todo es vanidad-, decimos en la oración matinal.

Pero volvamos al Gran Shabat, ese en el que solemos repasar las halajot de Pesaj, ese en el que el maestro debe reunir a su asamblea de fieles y discípulos para enseñarle que no se equivoque con las normas del apartado del jametz en los días de Pesaj.

Pero, si el milagro ocurrió como bien lo dice la Torá el 10 de nisán, ese debería ser el día a recordar independientemente del día en la semana con el que coincida, tal como ocurre con todas las festividades.

¿Por qué recordamos el día de la semana y no el día calendario? ¿Por qué no hay un Gran 10 de nisán y si un Gran Shabat?

Nuestros padres no sabían lo que significaba la libertad. Se habían olvidado de ser libres con tantos años de servidumbre. Estaban sumergidos en el fango de la esclavitud y de la sumisión. Prisioneros de los trabajos forzados a los que eran sometidos, al grado que ya no percibían que se podía vivir de otra manera. Estaban en el extranjero, alejados y enajenados de su propia identidad, exiliados sin poder levantar sus cabezas. Carentes de derechos, incapaces de exigirlos. Moshé que se había criado en el palacio, sabía mejor que sus hermanos el significado de la libertad. Moshé, que había tenido la revelación de la zarza ardiente, comprendía que D’s deseaba liberar al pueblo, aún contra la voluntad de quienes preferían ser esclavos placenteros y que les daría el Shabat para poder emanciparse. La navaja que cortaría las cuerdas que los amarraban a la esclavitud, a la comida de los egipcios y a su trabajo incansable, era el Shabat. El gran Shabat.

Según el Midrash Shemot Rabá, fue Moshé, quien, al ver el sufrimiento del pueblo cautivo en manos de otros esclavos, se dirigió a Faraón y le dijo: “Si no les concedes un día de descanso hebdomadario, se mueren. Entonces le dijo: Ve y hazles como tú dices. Y fue Moshé y constituyó un día para el descanso”. Fue el Shabat el que provocó la liberación. Sin él, nuestros antecesores no hubieran salido de Egipto. Por eso es grande. Por eso el Shabat nos recuerda la salida de la esclavitud. La simboliza, la evoca, la consagra, la propone para una vida mejor. Y hoy, nos sigue entrenando, a quienes pueden liberarse en la dura tarea de ganar la libertad cotidiana.

Ese Shabat, el 10 de nisán, los esclavos levantaron su cabeza y pusieron en peligro sus vidas, al atentar contra uno de los símbolos de la fe de los egipcios. Lo que les liberó fue esa fe en la que confiaron en D’s, en Moshé su enviado, y en ellos mismos. No fue atar el cordero al pie de sus camas, sino lo que había tras esa acción.

 “A Sión llegará el redentor, y a aquellos que regresen de sus faltas en Yaacov” (Isaías 59:20). ¿Cuándo llegará el redentor? – cuando se pueda devolver lo que le fue sustraído al hermano Yaacov. Ello será posible cuando esos hijos de los esclavos liberados y manumisos puedan liberarse del odio al prójimo que es el resultado de su falta de fe. La devolución y el arrepentimiento son posibles cuando se recupera la fe. Cuando no hay convicción, se puede suponer que el otro se enriquece a nuestra cuenta y le celamos y odiamos. Cuando la guemará en Iomá 9b, nos dice que el Segundo Templo en cuyo tiempo se estudiaba Torá, se consagraban al servicio y a la solidaridad social, fue destruido porque había odio infundado, nos indica que el estudio por si mismo y el Servicio Divino, e incluso la solidaridad, y la mutualidad, no fueron suficientes para evitar el odio gratuito, capaz de producir la destrucción y ello. ¿Por qué?, porque esa generación carecía de la fe suficiente en el Creador como para comprender que Él es quien maneja y supervisa todo. Es el que reparte y concede.

No alcanza por lo visto con el cumplimiento mecánico y formal de los mandamientos, cuando los corazones están incircuncisos. Ello no es suficiente para evitar la crisis y la destrucción.

El Shabat de Egipto nos convoca al amor a D’s del que derivará el amor al prójimo. Y cuando la guemará en Shabat 111b, nos dice que “si los hijos de Israel guardaran dos sábados completos, serían redimidos inmediatamente”, nos dan la fórmula para dos reparaciones que nos permiten la redención.

La una, que nos descubrirá hasta donde, también en nuestra época de aparentes libertades, seguimos hundidos en el fango de la esclavitud complaciente: la que nos encadena por propia decisión al grado de haber perdido toda proporción con los verdaderos valores de la vida. Aún estamos en espera que de una nueva redención que se dirija a nuestras conciencias para darnos un nuevo Shabat en el que descubramos la libertad para poder luchar contra otras esclavitudes.  

La otra, que nos permita que a través del amor a D’s lleguemos al amor gratuito para poder reparar el odio que nos causó la pérdida de la independencia, de la libertad y de la Tierra.  

Así pues, lo que hubo tras el 10 de nisán fue nada más y nada menos que el Shabat.

Por ello, no recordamos el 10 de nisán sino el Shabat.

Por ello es grande.

Sin él, no podemos llegar al seder, ni podemos sentarnos a las mesas inclinados sobre los almohadones de los hombres libres. Ni beber con fruición las copas de la liberación.

Antes que nada necesitamos practicar nuevamente lo aprendido en aquel Shabat Hagadol. Eso es lo que tenemos que recordar también en éste.

Shabat Shalom, desde Sión,

Rab. Yerahmiel Barylka

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